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equipo   invitados  
   
 
  MACU GAVILÁN, SU PAISAJE MUSICAL desde MEXICO DF
Nombre: b.crew
Fecha: 17/5/2014 12:16
 
 
 
Macu Gavilán, cantante y poetisa española, lleva desde el 2009 instalada en México DF, haciéndose un hueco en el panorama musical de ese país, subiéndose a numerosos escenarios. Un país que conecta muy bien con el estilo de Macu y sus canciones, una mezcla, fusión musical en español, folclor latinoamericano y tradición musical mediterranea. Fué a através de su madre ( pianista y compositora ) que Macu entra en contacto con la música a la edad de 13 años, y es con su madre que aprende los conceptos básicos de guitarra y composición.
En el 2002 se viene a Madrid, estudia filología hispánica, por lo que su preparación en la utilización del lenguaje es profunda. Ganá en esa época, con su tema "Elegía", el primer premio del Concurso "Música para la interculturalidad" organizado por la Cooperación Internacional.
En el 2012 el alma de "Chavela", se apodera de Macu. Interviene en el disco homenaje a la muerte de Chavela: "La Chamana", para el que compone una canción original, "Chavela" Pincha aqui para ver el video-clip "Chavela". .

El último video-clip de Macu Gavilán es una nueva recreación de su tema "TEJADOS".



Hace poco leí un texto que me recordó a Macu, dice así: "Se creía que todos los antepasados totenicos cantaban al caminar, y que habían definido las características del paisaje al hacerlo..." Al escuchar " Tejados" sentí esa relación: Macu, la música y el paisaje. Encontré en esta canción paisajes internos y externos: "Cuándo mires los campos azules, piensa que son los campos mi hogar../ Y montañas lejanas y azules que le daban sentido al andar.. / Los tejados tejiendo su vida.../ Que La brisa reciente de enero me recuerde que esto soy yo..."
Me puse en comunicación con Macu Gavilán y le pedí si me podía escribir un texto sobre EL PAISAJE Y LA MUSICA. Me envió este precioso relato:

Aquella primavera yo tenía doce años. Acababa de llegar a Ciudad Real, capital de una provincia manchega que habita una raza obtusa y que ha dado a luz, como los cardos, algunas flores preciosas. Echaba mucho de menos el campo donde me crié porque pasé mi infancia en un pequeño pueblo llamado La Alameda, compuesto de un puñado de familias, en las faldas de Sierra Morena. Allí nos llevaron los gustos solitarios de mi padre, ganadero, jinete y sobre todo poeta.
Nuestra casa se levantaba dentro de los Campos de Calatrava y eso quiere decir que todos los tonos de amarillo son los que pintan las llanuras la mayor parte del año. El paisaje está salpicado de encinas solitarias que se mantienen erguidas sobre su oscuro verde sin flor, dando sombra a los ganados y a las liebres. Los atardeceres son tan anchos que hace falta girar sobre los pies para poder verlos completos, la noche llega antes para Este que para el Oeste y es anunciada por grillos y murciélagos. El sol se ve muy cerca, parece poderse alcanzar si uno se siente capaz de caminar hacia las montañas azules que enmarcan la llanura allá a lo lejos. La brisa seca y olorosa mueve ligeramente los brezos. Las golondrinas tejen el cielo en el poco blanco que sobrevive de la tarde y las campanadas ruedan sobre los campos hasta arrodillarse al pie de los cerros. Los animales reposan, los perros le ladran a las sombras y los campesinos descansan con sus mujeres a las orillas de sus casas en el pueblo, con su pan, con su navaja, y la morcilla para cenar al fresco. Las madrugadas albergan noches profundas, donde no existe un hueco en el que no haya una estrella. El rocío abre sus pupilas en la hierba y la bruma que asciende de la tierra desaparece junto al primer lucero.
A mis doce años tuve que ir a vivir a la ciudad y desde entonces busqué dentro de mí los paisajes que habían formado parte de mi cuna. Pasé mucho tiempo buscándolos hasta que pude habitarlos a través de la poesía y a través de la música. No sé si es porque el ritmo es un arte orgánico, formado, más que por ideas, por movimientos, por pasos. Pero cuando busqué los paisajes que habían sido escenario de mis juegos, me respondieron guitarras y bandurrias que convirtieron las aceras en caminos de tierra. Imaginé ritmos, silencios, contrapuntos y armonías. Entonces, el escaso cielo que enmarcaban los edificios más altos, se abrió paso sin respetar sus fronteras, y se extendió de lado a lado. Fue gracias a la música que pude poblar el asfalto con olores y viento. Fue gracias a la poesía que pude convertir las ciudades en campo.
Macu Gavilán
11 de mayo de 2014.

Hay una maravillosa entrevista a Macu Gavilán en la Radio Mexicana PINCHA AQUI PARA ESUCHARLA.

   


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